Perú ha logrado avances notables en la prestación de servicios de salud en las últimas décadas, lo que ha conducido a mejoras significativas en la mayoría de los indicadores de salud de la población. La cobertura del seguro de salud ha aumentado de manera constante desde las reformas de salud de 2009. El país está ahora cerca de alcanzar la cobertura sanitaria universal, siendo el Seguro Integral de Salud un pilar fundamental para llegar a las comunidades rurales pobres y desatendidas. Sin embargo, Perú sigue enfrentándose a un sistema de salud que continúa siendo segmentado y fragmentado, con múltiples subsistemas públicos que atienden a distintos grupos poblacionales. El sistema de salud aún carece de la integración y coordinación necesarias para garantizar el acceso equitativo a una atención de calidad para todos los peruanos. Abordar estos desafíos requiere fortalecer la gobernanza de la calidad, invertir en mejoras de alto impacto en los servicios de salud y reducir las ineficiencias. Esta revisión evalúa el desempeño del sistema de salud de Perú y proporciona recomendaciones clave para lograr un sistema de salud más equitativo, eficiente y sostenible, alineado con los estándares de la OCDE.
Estudios de la OCDE sobre los Sistemas de Salud: Perú 2025

Abstract
Executive Summary
En los últimos cuatro decenios, Perú ha hecho notables avances en la mayoría de los indicadores de salud de la población. El país ha aumentado considerablemente la esperanza de vida, reducido la tasa de mortalidad de niños menores de 1 año y la tasa de mortalidad materna, y ampliado la cobertura sanitaria. La esperanza de vida ha subido aproximadamente 13 años desde 1980, llegando a los 72,4 años en 2022, mientras que la mortalidad de niños menores de 1 año disminuyó de 83 muertes por cada 1.000 nacidos vivos en 1980 a 11 en 2021. La mortalidad materna también se ha reducido a la mitad, de 101,9 muertes por cada 100.000 nacidos vivos en 2002 a 51,9 en 2023. Estas mejoras son el fruto, fundamentalmente, de las reformas de la sanidad y, sobre todo, de la introducción de la Ley Marco de Aseguramiento Universal en Salud en 2009. En consecuencia, la cobertura del seguro se incrementó del 61 % en 2009 al 97 % en 2023, siendo el Seguro Integral de Salud (SIS) una pieza clave para cubrir a las poblaciones pobres y subatendidas.
Sin embargo, Perú aún lidia con un sistema de salud que continúa estando segmentado y fragmentado, formado por múltiples subsistemas públicos que atienden a distintos grupos poblacionales, lo que genera desigualdad en el acceso a la atención. En Puno, una región andina con una gran densidad de población indígena, la proporción de personas que afirman tener necesidades médicas no satisfechas casi duplica la del área metropolitana de Lima (el 40 %, frente al 23 %). Las mujeres (33 %) declaran con más frecuencia tener necesidades médicas no satisfechas que los hombres (29 %), y se enfrentan a tiempos de espera más largos que los hombres. Asimismo, es urgente mejorar la infraestructura de salud de Perú. Se considera que muchos establecimientos públicos de salud son deficientes y entrañan riesgos para la seguridad de los pacientes y la prestación de servicios. En términos generales, el sistema de salud sigue careciendo de la integración y la coordinación necesarias para garantizar un acceso equitativo a atención de calidad a toda la población peruana. Para plantar cara a estos retos, es necesario fortalecer la gobernanza de la calidad, invertir en mejoras de los servicios de salud de gran impacto, y frenar las ineficiencias. En este contexto, el examen identifica las posibilidades para que Perú construya un sistema sanitario más fuerte, así como para reforzar las políticas y prácticas existentes con vistas a mejorar el acceso, la calidad de la atención, la eficiencia y la resiliencia.
La fragmentación y segmentación persistentes de su sistema de salud afectan a la calidad y eficiencia de este, así como al acceso a él. El sistema está dividido en dos subsistemas principales: EsSalud, un sistema contributivo que cubre a los trabajadores asalariados y a sus familias, y el SIS, un sistema no contributivo financiado mediante los impuestos generales dirigido a poblaciones pobres y vulnerables. Estos sistemas operan redes independientes de proveedores con estructuras de gobernanza y financiamiento diferenciadas, lo que da lugar a ineficiencias, la duplicación de servicios en algunas zonas y deficiencias en otras, en particular en regiones rurales. Si quiere resolver estos problemas, Perú debería mejorar los intercambios prestacionales, permitiendo que las personas afiliadas al SIS y EsSalud accedan a un conjunto básico de servicios de salud en ambas redes. También se podría lograr un enfoque más unificado armonizando los Planes Esenciales de Aseguramiento en Salud entre ambos subsistemas, siguiendo el ejemplo de Chile, Colombia y México. No obstante, tales reformas deben encontrar un equilibrio entre ampliar el acceso y mantener la calidad de los servicios para que la población las apoye.
Otros pasos esenciales hacia la mayor integración del sistema de salud son la mejora de la gobernanza de la calidad de la atención de salud y el establecimiento de una infraestructura de información de salud. Los sistemas de datos de salud de Perú siguen estando muy fragmentados, lo que impide medir de manera efectiva los resultados sanitarios y la calidad de los servicios. El desarrollo de un sistema nacional de datos de salud unificado es un paso en la dirección correcta, pero para que sea efectivo se requiere una mayor participación en todos los subsistemas. Estandarizar y hacer obligatoria la comunicación de los indicadores de calidad y de resultados permitiría mejorar el seguimiento y la comparación de la calidad de la atención brindada por los distintos proveedores. Los responsables de formular políticas también deberían mejorar la forma en que utilizan los sistemas de información e integrar los datos de manera más eficaz en el proceso decisorio. En lo que respecta a la gobernanza de la calidad, hay margen para fortalecer en mayor medida las iniciativas de calidad a nivel del sistema, pues en estos momentos el alcance y la profundidad de las iniciativas depende de la capacidad regional o local para asumir mecanismos de aseguramiento de la calidad.
Para mejorar la infraestructura de salud e invertir en intervenciones de gran impacto, Perú tendrá que movilizar recursos sanitarios adicionales. Si bien el financiamiento del SIS prácticamente se ha cuadruplicado en el último decenio, el sistema de salud de Perú sigue sin disponer de fondos suficientes si se lo compara con los estándares regionales e internacionales. En 2022, el país únicamente destinó el 6,2 % de su PIB a salud, menos que Costa Rica (7,2 %), Colombia (7,6 %) y Chile (10,0 %). Además, el gasto público sigue muy por debajo de la media de la OCDE, lo que redunda en unos gastos directos elevados (que equivalieron al 27 % del gasto sanitario total en 2022). Sin embargo, la sostenibilidad financiera continúa siendo motivo de preocupación en un contexto con poco margen de maniobra fiscal, y es necesario seguir mejorando la eficiencia del gasto sanitario. El proceso de presupuestación es enormemente restrictivo: los fondos se asignan por partidas, lo que limita la flexibilidad en la distribución de los recursos. Si se transfiriesen costos recurrentes, como el mantenimiento y los gastos laborales, al Ministerio de Salud, se podrían mejorar la eficiencia y la planificación de la fuerza de trabajo. Aparte de la mejora del proceso de presupuestación, el sistema de salud también tiene un enorme potencial para obtener ganancias en la eficiencia. La implementación de fórmulas de ajuste del riesgo para garantizar un financiamiento suficiente al SIS basado en las necesidades sanitarias de la población, la mejora de la rendición de cuentas en relación con los establecimientos públicos de salud, y la adopción de una presupuestación basada en los resultados para los principales objetivos de salud son medidas necesarias. También resulta crucial fortalecer la atención primaria de salud, en particular mediante la implantación de Redes Integradas de Salud y la mejora de la capacidad diagnóstica. Habida cuenta de la creciente carga que suponen enfermedades no transmisibles como la obesidad y de la persistencia de enfermedades infecciosas como el dengue, otra medida fundamental que debería valorarse es la inversión en prevención y promoción de la salud. Asimismo, si se optimizasen las adquisiciones farmacéuticas y se ampliase la disponibilidad de medicamentos genéricos, se podrían reducir los costos al tiempo que se mejora la accesibilidad de los tratamientos.
La pandemia de COVID‑19 puso de manifiesto las vulnerabilidades de Perú en lo que respecta a la preparación para crisis de salud, ya que el país tuvo las mayores tasas de exceso de mortalidad de los países de América Latina y la OCDE en 2020 y 2021. A pesar de que Perú ha mejorado desde entonces sus capacidades de respuesta de emergencia mediante planes nacionales para pandemias y políticas estratégicas, la aplicación efectiva de estos a escala regional continúa siendo un reto. Será fundamental fortalecer la vigilancia regional y garantizar suficiente capacidad técnica y organizativa a nivel local para incrementar la resiliencia frente a futuras crisis de salud. Pero Perú también debería resolver los déficits de personal, que agravan aún más las dificultades a las que se enfrenta su sistema de salud. Para colmar esas lagunas se necesitan estrategias para retener a los trabajadores de salud, como mejoras salariales y programas de incentivos específicos. La ampliación de la formación en enfermería y la integración de los agentes de salud comunitarios también podrían mejorar la prestación de servicios y promover iniciativas de medicina preventiva.
Que Perú esté a punto de lograr la cobertura universal de salud supone todo un hito. Pese a ello, el país continúa teniendo dificultades para garantizar que todos los peruanos y las peruanas puedan acceder a servicios de calidad, lo cual implica proporcionar la asistencia adecuada, en el momento oportuno, respondiendo a las necesidades y preferencias del paciente, al tiempo que se minimiza el desperdicio de los exiguos recursos. Si acomete reformas específicas y aprende de las mejores prácticas internacionales, Perú podrá desarrollar un sistema de salud más resiliente e inclusivo que satisfaga las necesidades de su población diversa.