19/09/2007 - Las universidades pueden jugar un papel mucho más relevante en el desarrollo económico, social y cultural de sus regiones, según el nuevo informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), La Educación superior y las regiones: globalmente Competitivos, Localmente Comprometidos. El informe apunta a que el compromiso regional que asuman las universidades será beneficioso tanto para el desarrollo local como para ellas mismas en tanto instituciones.
Este informe es el resultado de tres años de estudios y análisis por parte del Programa de Gestión Institucional en Educación superior de la OCDE (IMHE en sus siglas en inglés) y de la Dirección de Gobierno Público y Desarrollo Territorial. A través del análisis de 14 regiones en 12 países y de estudios territoriales de la propia OCDE, el informe ofrece datos y conclusiones de gran utilidad que pueden ser aplicados por los gobiernos tanto nacionales como regionales y por las instituciones de educación superior.
Entre las conclusiones a las que llega este informe, se resalta que el potencial de dichas instituciones a la hora de contribuir al desarrollo económico, social y cultural de sus regiones está muy lejos de haber alcanzado un nivel óptimo. Por ejemplo, se estima que solamente el 10% de las empresas de un país como Reino Unido interactúan habitualmente con las universidades. Muchos de los vínculos existentes entre la industria y la universidad se dan sólo con grandes firmas y en unos cuantos sectores altamente tecnológicos. Al mismo tiempo, el 70% de la fuerza de trabajo en los países de la OCDE pertenece al sector servicios, y las industrias “culturales” o de gestión del conocimiento representan ya el 7% del Producto Interior Bruto (PIB) de la zona y crecen a un ritmo del 10% anual.
El informe analiza también las barreras y limites a este crecimiento y sugiere que las universidades deben adoptar una agenda mucho más amplia que abarque temas de desarrollo regional, económico, social y cultural. Recomienda que se les conceda a las universidades y al personal que las conforman mayor autonomía e incentivos para vincularse con pequeñas y medianas empresas (PYMES). Recomienda también a los distintos países miembros que faciliten un mayor apoyo al binomio universidad-empresa incluso a través de reglamentos, tasas o exenciones.
Sugiere también el informe que, en lugar de hacer foco sólo en el aspecto “de mercancía” de la transferencia del conocimiento, los distintos países deben potenciar el que se demande “volumen de negocio” a las universidades. Éstas últimas a su vez tienen que empezar a ser “más empresarias”, ampliando su portafolio de suministro de servicios a un más amplio rango de empresas y profesionales. El informe enfatiza también la importancia de la “transferencia del conocimiento desde la base”, por ejemplo los estudiantes y graduados pueden ser uno de los mecanismos más efectivos de dicha transferencia.
La innovación no es una cuestión exclusivamente nacional. La globalización ha desmontado el principio de distancia geográfica y permite a priori que cualquier lugar con una conexión a internet pueda participar en la economía global basada en la gestión del conocimiento. Sin embargo, la proximidad física o geográfica sigue teniendo su peso y la innovación continúa centrada en torno a clusters regionales donde se dan factores como comunidades activas, profesionales más cualificados o universidades punteras. Las instituciones de educación superior están en general “poco explotadas” en el sentido de su aportación a la economía de gestión del conocimiento global, pero pueden y deben servir de “portales” abiertos al sector privado.
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