Discurso de Ángel Gurría
Secretario General de la OCDE
23 de noviembre de 2018 - Madrid, España
(versión para su distribución)
Querida Ministra, estimado José Luis, señoras y señores:
Es un placer estar nuevamente en el Foro Nueva Economía para compartir con ustedes las perspectivas de la OCDE sobre la economía mundial y española.
Es un momento muy oportuno para hablar de estos temas. Como saben, ayer lanzamos con la Ministra Calviño nuestro Estudio Económico de España 2018, que en lo fundamental destaca la fortaleza de la economía española y anima a continuar el impulso reformista hacia un modelo de crecimiento inclusivo que no deje a nadie atrás. Esto será importante, ya que nos enfrentamos a una paulatina ralentización del crecimiento, en gran medida debido a la situación global.
Permítanme por lo tanto comenzar compartiendo con ustedes nuestras perspectivas sobre el contexto económico internacional en el que España se desenvuelve, aprovechando que también acabamos de actualizar nuestras proyecciones globales hace tan sólo dos días.
El crecimiento global ha tocado techo
La expansión mundial ha tocado techo. Nuestras estimaciones indican que el ritmo del crecimiento del PIB mundial se ha comenzado a desacelerar, pasando del 3.7% en 2018 a alrededor del 3.5% en 2020.
Aunque el crecimiento del empleo debería seguir contribuyendo a corto plazo a apuntalar la demanda interna en las economías avanzadas, prevemos un gradual endurecimiento de las políticas macroeconómicas, al tiempo que persisten contratiempos asociados a las tensiones comerciales, unas condiciones financieras más restrictivas y un encarecimiento del petróleo.
Con la confianza empresarial y los planes de inversión perjudicados por las restricciones arancelarias, el comercio mundial ya ha comenzado a perder fuerza y su crecimiento medio estará por debajo del 4% anual en el período 2018-2020.
Existen riesgos a la baja que podrían dañar la economía global
La situación podría empeorar aún más si se materializasen una serie de riesgos a la baja. En primer lugar, las tensiones comerciales siguen amenazando los niveles de inversión. La interconexión de nuestras economías a través de cadenas globales de valor hace que pocos países escapen al coste que unas restricciones comerciales más severas imponen sobre los productos más habituales. En concreto, estimamos que gravar con aranceles adicionales el comercio entre Estados Unidos y China restaría 0.2 p.p. al PIB mundial para 2020, y mucho más a los propios PIB de EE.UU. y China.
En segundo lugar, las condiciones de financiamiento se han endurecido este año en las economías emergentes. El alza de los tipos de interés estadounidenses y un cambio en la actitud de los inversores ante el riesgo han provocado una depreciación cambiaria considerable en algunas economías.
Las señales de contagio parecen limitadas por ahora (Argentina, Turquía), pero las repercusiones podrían ser contundentes si la confianza inversora sufriese un quebranto generalizado. Por ejemplo, un aumento de un punto porcentual en los tipos de interés exigidos por los inversores en todas las economías de mercado emergentes podría restar aproximadamente 0,5 p.p. al crecimiento del PIB de estas economías durante los próximos dos años.
En tercer lugar, China podría afrontar una mayor desaceleración del crecimiento por efecto de las tensiones comerciales y decisiones de política macroeconómica. Esta potencial ralentización podría hacer mella en el crecimiento global a través de sus fuertes vínculos, sobre todo en Japón, Asia oriental y los países exportadores de materias primas y productos básicos.
Por último, el prolongado período de política monetaria fuertemente expansiva que se requirió para superar la crisis ha traído consigo nuevas vulnerabilidades financieras. En algunos mercados, incluido el de la vivienda, los niveles de valoración de los activos son elevados, y en muchas economías las deudas pública y privada se sitúan por encima de sus niveles previos a la crisis.
Es necesario tomar medidas para afrontar estos riesgos
Todos estos riesgos entrañan implicaciones políticas. De entrada, es imperativo reducir la incertidumbre, conteniendo la deriva hacia el proteccionismo por la vía del diálogo multilateral. También hay que apostar por un comercio internacional abierto y justo, cuyos beneficios lleguen a todos los ciudadanos.
Aunque las exigencias de política macroeconómica son distintas en cada país, es necesario contar con margen de maniobra fiscal suficiente para poder afrontar posibles shocks negativos de la economía. Al mismo tiempo, no debemos permitir que el impulso reformista se ralentice. Por el contrario, se deben seguir acometiendo las reformas estructurales necesarias para afrontar los retos presentes y futuros.
El crecimiento se moderará en Europa
Mirando a Europa, prevemos una moderación del crecimiento gradual, desde el 2% en 2018 al 1.6% en 2020. Los principales factores adversos son la mayor incertidumbre y el debilitamiento de la demanda externa. No obstante, esperamos que la demanda interna mantenga su dinamismo y cuente con el respaldo de una política monetaria acomodaticia, un crecimiento sólido del empleo y condiciones crediticias favorables.
De nuevo, el gran reto estriba en la transformación estructural: mejorar la educación, reforzar las habilidades, reformar los mercados de productos, perfeccionar el mercado único de bienes y servicios, profundizar la transformación digital y verde y avanzar hacia la unión bancaria son la mejor garantía para un crecimiento más firme, resiliente e inclusivo en Europa.
La deuda pública y los déficits presupuestarios siguen siendo altos y, en muchos países, mayores que antes de la crisis, lo que limita el margen de maniobra futuro. Mientras continúe el ciclo expansivo, los gobiernos europeos deben mejorar sus posiciones fiscales y reducir el endeudamiento.
Además, el progreso de la zona euro en materia de resiliencia financiera ha sido limitado, y episodios futuros de volatilidad financiera y en los mercados de deuda soberana podrían afectar a países con alto endeudamiento. Así que animamos los esfuerzos de varios gobiernos europeos de promover una mayor convergencia fiscal y fortalecer los instrumentos de respuesta en caso de crisis.
Cómo vemos a España
En este contexto internacional complicado se encuentra España. Como señalábamos ayer en la presentación del Informe, la recuperación española superó en ritmo e intensidad a la de la mayoría de economías de la zona euro, creciendo a una tasa de 3% anual promedio durante los últimos tres años. El desempleo se ha reducido de manera importante. Y la balanza por cuenta corriente lleva ya cinco años consecutivos registrando superávit, lo cual indica que la economía es más competitiva.
Sin embargo, las circunstancias están cambiando, y la economía española sigue enfrentando desafíos estructurales importantes. El crecimiento se está desacelerando: prevemos que se ubicará en torno al 2.6% en 2018 y el 2.2% en 2019. Aunque la fuerte creación de empleo y el crecimiento de los salarios sostendrán el consumo privado, el ahorro de los hogares está en mínimos históricos. Además, la moderación del crecimiento en Europa afectará negativamente a las exportaciones españolas.
Por otro lado, hay que lograr que los mejores resultados macroeconómicos lleguen a todos los ciudadanos. El Estudio de España se centra en cómo aumentar el tamaño de la tarta y en cómo repartirla mejor. Para ello, es crucial estimular el crecimiento de la productividad, pero también reducir las desigualdades favoreciendo un modelo de crecimiento inclusivo y una política social que llegue a los más desfavorecidos.
España enfrenta tres retos fundamentales
Con este importante objetivo, ayer estuvimos en el Congreso discutiendo el trabajo de la OCDE en materia de crecimiento inclusivo, que es una agenda que no debe conocer de diferencias partidistas y detrás de la cual todos tenemos que estar unidos por el bien de los ciudadanos.
Permítanme resaltar tres cuestiones clave para lograr un crecimiento más inclusivo y sustentable en España
En primer lugar, el desempleo es excesivamente alto, especialmente entre grupos vulnerables como jóvenes y parados de larga duración. Además, mejorar la calidad del empleo sigue siendo un desafío. Por ejemplo, el porcentaje de trabajadores con contrato temporal, que llegaba al 27% en 2017, aún es demasiado elevado.
En segundo lugar, una importante secuela de la crisis es que el espacio fiscal sigue siendo limitado, con la deuda pública rondando el 98% del PIB. A medida que prosigue la recuperación, la política fiscal debe concentrarse en gestionar los riesgos a medio plazo y prepararse para futuras perturbaciones. El país podría sacar mayor partido de reformas anteriores sin necesidad de incurrir en costes fiscales adicionales.
En tercer lugar, existen importantes disparidades entre las Comunidades Autónomas en áreas como el empleo, la educación o la productividad del tejido empresarial.
El estudio propone algunas recomendaciones
Para abordar estos retos, el Estudio Económico propone recomendaciones concretas. Déjenme destacar algunas de las más importantes.
Por un lado, hay que seguir reforzando la eficacia de las políticas activas de empleo, sobre todo para quienes llevan mucho tiempo sin trabajo. Se debe mejorar la coordinación de los servicios de empleo e introducir planes personalizados para cada individuo. También es necesario hacer más hincapié en la adquisición y actualización de habilidades, en especial capacitando a los trabajadores poco calificados que se encuentran en riesgo de desempleo prolongado o de quedar atrapados en empleos mal remunerados y de baja calidad.
Además, la situación fiscal de España podría mejorar haciendo un uso más eficiente del sistema de impuestos y transferencias, que no es todo lo progresivo que debería ser. En particular, se deben revisar las exenciones y tasas reducidas que erosionan la eficiencia del sistema tributario, así como la focalización del gasto en quienes más lo necesitan.
Por su parte, para enfrentar el reto de las disparidades entre Comunidades Autónomas, una coordinación más eficaz entre regiones y el intercambio de mejores prácticas contribuirían a reducir estas diferencias y a promover un crecimiento más sustentable y mejor distribuido.
Señoras y señores,
Nos encontramos ante un contexto cada vez más complicado, pero tenemos confianza en la capacidad de la economía española para navegar estas aguas. España es un país dinámico que ha sabido salir de la crisis y aprender de ella. Un país solidario cuyo Gobierno entiende bien que la economía debe estar al servicio de los ciudadanos, y no al revés, porque no hay progreso sustentable si no es compartido.
En un contexto en el que la cooperación entre países en temas clave para nuestro planeta como el cambio climático, los flujos migratorios o la revolución digital es cada vez más necesaria, nos da gusto comprobar que España apuesta por un multilateralismo fuerte, responsable y eficiente como el que promueve la OCDE.
La OCDE cuenta con España en su misión de promover una globalización más inclusiva, social y humana. Y queremos decirle a España que también puede contar con la OCDE. Muchas gracias.
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