Palabras de Angel Gurría
Secretario-General, OCDE
Ciudad de México, México - 8 de Enero, 2020
(Versión para su distribución)
Estimados representantes de la comunidad empresarial de México, Señoras y Señores:
Es un gusto reunirme con ustedes para hablar sobre las perspectivas económicas mundiales y de México, desde la óptica de la OCDE.
Permítanme comenzar con unos comentarios sobre el contexto internacional. La OCDE acaba de presentar su Estudio de Perspectivas Económicas en noviembre y, francamente, el panorama se ve preocupante.
Hay algunos aspectos positivos que destacar, como la recuperación del empleo y el consumo de los hogares en algunos países, así como la conducción adecuada y responsable de la política monetaria en los principales bancos centrales.
Sin embargo, el panorama económico internacional se ve muy complicado.
Los nubarrones que ensombrecen la economía internacional no se han despejado. Cada vez que actualizamos nuestras proyecciones de crecimiento a lo largo del año pasado, los datos eran a la baja. Ahora estimamos que, después del 2.9% de 2019, la economía mundial debiera registrar un crecimiento similar durante 2020 y 2021. Hace 18 meses pronosticamos un crecimiento cercano al 4%. Hace un año, proyectamos un crecimiento cercano al 3.5% para 2019 y 2020. Hoy estamos por debajo del 3%.
Los flujos de comercio internacional de bienes y servicios, que en 2017 habían crecido a una tasa anual cercana al 5%, apenas pueden crecer algunas décimas hoy en día. Los flujos globales de inversión también se encuentran en la misma trayectoria descendente, pasando de tasas de crecimiento promedio anual de 5% en los países del G20 (excluyendo a China) a principios de 2018, a tan solo un 1% en la primera mitad de 2019. Los pedidos internacionales de manufacturas se están contrayendo y lo mismo está empezando a suceder en los servicios.
Y esto no es un tema cíclico. Esta es una desaceleración que se podía haber evitado con las políticas adecuadas, y que aún se puede revertir, cuando menos en parte.
El impedimento más grande para la recuperación del crecimiento el día de hoy es la incertidumbre sobre las políticas públicas. Cerca del 60% de las empresas a nivel global reporta que una de sus principales preocupaciones es la incertidumbre económica; el doble que antes de la escalada de las tensiones comerciales. Ustedes lo saben muy bien, las empresas no pueden hacer planes de inversión o expandirse hacia nuevos mercados si no pueden anticipar las reglas del juego de mañana. Y, por supuesto, la caída en las inversiones significa menos actividad económica y menos empleos en el futuro.
Y este no es nuestro peor escenario. Existe un riesgo de que los conflictos comerciales se propaguen aún más, de Estados Unidos y China a Europa y a otros mercados, empeorando la incertidumbre y produciendo una crisis más duradera en las cadenas globales de valor. El tema de las tarifas a los carros europeos sería específicamente grave. Por supuesto, todos deseamos ver un acuerdo entre China y Estados Unidos, aunque sea solo la “primera” fase.
También vemos otros riesgos. En el sector financiero, las vulnerabilidades acumuladas tienen el potencial de convertir un choque económico en una crisis económica. La mitad de los bonos corporativos (cerca de 500 mil millones de dólares al año) se emiten apenas a un solo nivel por encima de la calificación de “grado de inversión”. Así pues, son susceptibles a bajas de calificación y a ventas forzosas si la situación económica general se vuelve a deteriorar.
Sin embargo, lo que más nos preocupa es que, a menos que los políticos tomen decisiones muy serias y de inmediato, podríamos estarnos perfilando hacia una nueva era de estancamiento prolongado.
La desaceleración actual tiene lugar en el marco de una caída estructural del crecimiento de la productividad. Las disrupciones comerciales y la caída de la inversión transfronteriza perjudican las perspectivas de mejora en materia de productividad, innovación y calidad de vida a mediano plazo. Y esto mientras los costos de la falta de respuestas a los grandes desafíos del mundo - como el envejecimiento, el cambio climático, y la transformación digital – siguen creciendo.
Pero no es demasiado tarde para darle la vuelta a la situación. En la OCDE, estamos convencidos que la política fiscal puede y debe jugar un papel muy importante como complemento necesario de las bajas tasas de interés. Esto no significa perder el control del gasto público, sino más bien aprovechar las bajas tasas para sentar las bases de un crecimiento más fuerte. La inversión pública, bien planeada, puede detonar el crecimiento de la inversión privada, especialmente en los sectores propulsores del crecimiento del futuro: la infraestructura, la transición energética y la transformación digital.
¿Cómo vemos a México en este contexto tan complicado?
La OCDE reconoce y celebra que el Gobierno de México haya continuado implementando una política macroeconómica sólida, con una política fiscal prudente, enfocada en mantener la deuda pública en un nivel constante. Esto ha logrado conservar la confianza de los mercados. La política monetaria se ha mantenido responsablemente restrictiva, ayudando a mantener ancladas las expectativas de inflación. La flexibilidad del tipo de cambio funciona como una línea de defensa contra shocks inesperados, ayudando a la economía a adaptarse sin turbulencias.
El reciente incremento del salario mínimo de un 20% es otra nota positiva. Además el gasto social, ubicado entre los más bajos de los países de la OCDE, ha comenzado a aumentar. También creemos que la estrategia de reorientación del gasto hacia la modernización de la infraestructura en el sureste mexicano podría incidir favorablemente en la inclusión social y la reducción de las desigualdades.
Desafortunadamente, a pesar de estos logros, el dinamismo de la economía mexicana se ha venido desacelerando. Después de haber crecido un 2% en 2018, la economía mexicana prácticamente no creció en 2019 (si acaso un 0.2%), afectada por la incertidumbre tanto interna como externa, las condiciones monetarias restrictivas, y un presupuesto de lenta ejecución, típico de un primer año de gobierno. La OCDE prevé una ligera mejoría para 2020 y 2021, cuando el crecimiento del PIB debiera rondar el 1.2% y 1.6% respectivamente.
Sería un crecimiento bienvenido, pero definitivamente no suficiente para México.
Para sacar a México adelante se requiere de reformas que generen un crecimiento más incluyente y más sustentable. Para la OCDE es importante avanzar en cinco grandes vías paralelas:
Estas son cinco áreas en las que la OCDE considera que es urgente impulsar grandes reformas estructurales, ya sea continuando con los cambios lanzados por previas administraciones o impulsando nuevas transformaciones.
Señoras y Señores:
El dinamismo de nuestra economía y la creación de los empleos que requiere nuestra gente dependen de un factor esencial que tenemos que fortalecer: la confianza. La confianza es la madre de la inversión y la inversión es el motor del crecimiento; un crecimiento que ya solo puede ser incluyente y sustentable.
Construir la confianza, la certidumbre en México depende de nuestra eficacia para combatir la corrupción y la inseguridad; de la calidad de las políticas y decisiones gubernamentales; de la certeza de que no cambiaremos las reglas del juego. La confianza en México, y en todo el mundo, se construye con estabilidad política y económica, sustentadas en alta calidad técnica, en competencias y destrezas de excelencia. Y, por supuesto, con un sector empresarial de vanguardia, internacionalizado y comprometido con el bienestar de la sociedad como incentivo para los negocios y motor del desarrollo de largo plazo.
Espero que estas reflexiones y recomendaciones ayuden a construir esa confianza indispensable para construir un mejor presente, y sobre todo, un mejor futuro para México. Muchas gracias.
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