Palabras de Angel Gurría
Secretario-General, OCDE
Ciudad de México, México - 10 de enero, 2020
(Versión para su distribución)
Señoras y Señores:
Es un gusto participar una vez más en este Seminario de Perspectivas Económicas que organiza cada año el ITAM y la Sociedad de Ex Alumnos del ITAM. Gracias Rector, gracias Benito, por la invitación.
Como todos los años, permítanme comenzar con unos comentarios sobre el contexto internacional. La OCDE acaba de presentar su Estudio de Perspectivas Económicas en diciembre y, francamente, el panorama se ve preocupante.
Si bien la economía mundial sigue creciendo y hay algunos aspectos positivos que destacar, como la conducción adecuada y responsable de la política monetaria en los principales bancos centrales, el panorama económico internacional se ve muy complicado.
Permítanme intentar describirles esa complejidad en cuatro palabras.
La primera palabra es deterioro. Y es que el panorama económico mundial se ha deteriorado considerablemente. El crecimiento mundial se desaceleró a un 2.9% en 2019 y estimamos que se mantendrá en ese mismo 2.9% en 2020 y en un 3% en 2021. Son las tasas de crecimiento más débiles desde la crisis de 2008. De hecho, hemos tenido que revisar los pronósticos de crecimiento para casi todas las economías del G20 en 2019 y 2020, especialmente para los países más expuestos al declive de los flujos internacionales de comercio e inversión. Particularmente relevante para México es nuestro pronóstico de ligera desaceleración en la economía estadounidense en 2020 y 2021 (a una tasa de 2%).
La segunda palabra es tensión. El aumento de las tensiones comerciales están teniendo un impacto creciente en la confianza y los planes de inversión de las empresas. Estas tensiones ya le han costado al crecimiento mundial un 1% del posible aumento anual del PIB. De hecho, el volumen de los flujos internacionales de bienes y servicios se estancó a fines de 2018 y ahora está decreciendo.
La tercera palabra es incertidumbre. Si bien estamos percibiendo algunas señales de que las tensiones entre Estados Unidos y China podrían disminuir, no estamos seguros de que estas tensiones vayan a disminuir en el corto plazo. Además tenemos niveles crecientes de incertidumbre en el terreno político, con un número importante de gobiernos de países OCDE con crisis de gobernabilidad y confianza. Estas incertidumbres acumuladas le pegan fuerte a la inversión: el crecimiento de la inversión agregada en las economías del G20 se ha desacelerado significativamente, de una tasa de crecimiento anual de 5% a principios de 2018 a tan solo 1% en 2019.
La cuarta palabra es riesgo. También vemos algunos riesgos importantes a la baja en el horizonte, incluyendo la continuación o el empeoramiento de las tensiones comerciales, un Brexit sin acuerdo comercial, la persistente incertidumbre política en Europa, una desaceleración más fuerte en China, la desestabilización económica, política y social de América Latina y las vulnerabilidades financieras producto de las tensiones entre mayor crecimiento, altas deudas y el deterioro de la calidad del crédito.
Para hacer frente a este panorama y reactivar la certidumbre y el crecimiento urge detonar un esfuerzo colectivo para terminar con el aumento de las tarifas y los subsidios al comercio y restaurar un sistema más transparente, basado en reglas justas y claras, para animar a las empresas a invertir. La política monetaria debiera permanecer acomodaticia en las economías avanzadas, pero debiera complementarse con estímulos fiscales más fuertes. Estamos convencidos que la política fiscal debe jugar un papel más importante en la promoción del crecimiento incluyente y sustentable. La inversión pública debe detonar la inversión privada y la innovación, invirtiendo en la infraestructura digital y física, la transición energética y la innovación disruptiva.
También recomendamos a los gobiernos tener una ambición y un proyecto más grandes de reformas estructurales enfocadas en el empoderamiento y la inclusión de las grandes mayorías y la trasformación de la transición ecológica en un motor de crecimiento verde.
¿Cómo vemos a México en este contexto tan complicado?
Antes que nada, la OCDE reconoce y celebra que el Gobierno de México haya continuado implementando una política macroeconómica sólida, con una política fiscal prudente, enfocada en mantener la deuda pública a un nivel constante. Esto ha logrado conservar la confianza de los mercados. La política monetaria se ha mantenido razonablemente restrictiva ayudando a mantener ancladas las expectativas de inflación. La flexibilidad del tipo de cambio funciona como defensa contra shocks inesperados, ayudando a la economía a adaptarse sin turbulencias.
Otra nota positiva es que el gasto social, ubicado entre los más bajos de los países de la OCDE, ha comenzado a aumentar. También creemos que la estrategia de reorientación del gasto hacia la modernización de la infraestructura en el sureste mexicano debería incidir favorablemente en la inclusión social y la reducción de las desigualdades.
Desafortunadamente, a pesar de estos logros, el dinamismo de la economía mexicana se ha venido desacelerando. Después de haber crecido un 2% en 2018, la economía mexicana prácticamente no creció en 2019 (si acaso un 0.2%), afectada por la incertidumbre tanto interna como externa, las condiciones monetarias restrictivas, y un presupuesto de lenta ejecución, típico de un primer año de gobierno. La OCDE prevé una ligera mejoría para 2020 y 2021, cuando el crecimiento del PIB debiera rondar el 1.2% y 1.6% respectivamente.
Sería un crecimiento bienvenido, pero definitivamente no suficiente para México.
Para sacar a México adelante se requiere de reformas que generen un crecimiento más incluyente y más sustentable. Para la OCDE es importante avanzar en cinco grandes vías paralelas:
Estas son cinco áreas en las que la OCDE considera que es urgente impulsar grandes reformas estructurales, ya sea continuando con los cambios lanzados por previas administraciones o impulsando nuevas transformaciones.
Señoras y Señores:
El dinamismo de nuestra economía y la creación de los empleos que requiere nuestra gente dependen de un factor esencial que tenemos que fortalecer: la confianza. La confianza es la madre de la inversión y la inversión es el motor del crecimiento; un crecimiento que ya solo puede ser incluyente y sustentable.
Construir la confianza, la certidumbre en México depende de nuestra eficacia para combatir la corrupción y la inseguridad; de la calidad de las políticas y decisiones gubernamentales; de la certeza de que no cambiaremos las reglas del juego. La confianza en México, y en todo el mundo, se construye con estabilidad política y económica, sustentadas en alta calidad técnica, en competencias y destrezas de excelencia. Y, por supuesto, con un sector empresarial de vanguardia, internacionalizado y comprometido con el bienestar de la sociedad como incentivo para los negocios y motor del desarrollo de largo plazo.
Espero que estas reflexiones y recomendaciones ayuden a construir esa confianza indispensable para construir un mejor presente, y sobre todo, un mejor futuro para México. Muchas gracias.
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